La
mayoría de los historiadores de la Biblia concuerdan en que también fue David
el que escribió el Salmo 9:10, el cual dice en referencia a Dios: «En ti
confían los que conocen tu nombre».
¿Cómo llamas
a Dios?
La forma en que te diriges o te refieres a él podría revelar la profundidad de tu intimidad o la falta de esta.
La forma en que te diriges o te refieres a él podría revelar la profundidad de tu intimidad o la falta de esta.
Quiero
ilustrar esto. La forma en que me llamas revela a las claras hasta dónde me
conoces, o si me conoces siquiera. Suena el teléfono y respondo. Del otro lado,
me dices: «Buenas tardes, Sr. Gress-shuhl. Quiero hablarle sobre su servicio
telefónico». Una cosa es evidente: No me conoces. ¡Ni siquiera sabes cómo se
pronuncia mi apellido!
O
digamos que mi esposa y yo estamos en un restaurante y le doy mi apellido a la
recepcionista mientras esperamos por una mesa. Pasan unos minutos y la joven
llama: «Grow-SHELL, dos personas». La recepcionista conoce mi nombre y sabe
pronunciarlo. Con todo, acaba de verme por primera vez. No nos conocemos.
Si
me llamas «pastor Craig», lo más probable es que me conozcas un poco. Sabes lo
que hago y tal vez me hayas oído hablar, o conoces alguno de mis temas
favoritos y mi personalidad visible. Sin embargo, utilizas el título «pastor»,
así que no me conoces personalmente.
Si
me llamaras «Craig» supondría que me conoces mejor. Así me llaman mis amigos.
Los más cercanos.
No
obstante, si me dices «Groesch» significa que eres mi amigo desde hace mucho
tiempo. Que tenemos una historia (y has prometido no contarla). Al llamarme
«Groesch» muestras que me conoces desde hace al menos veinte años.
Luego
están los que tienen derechos exclusivos a llamarme de maneras mucho más
íntimas. Son seis personas pequeñitas a las que amo muchísimo y permito que se
trepen a mi regazo. Me acarician y me dicen cosas como «Tienes que afeitarte»,
«Eres el mejor» y «¿Puedo comer dulces?». Ellos me llaman «Papi». Me conocen mucho
mejor que los que me llaman «Groesch».
El
nombre revela el grado de intimidad. ¿Cómo le llamas a Dios? ¿«El de arriba»?
¿«El que está en el cielo»?
¿«Querido niño Jesús»? Entonces no lo conoces.
Esos títulos pueden sonar divertidos e ingeniosos, pero en verdad no revelan intimidad.
Esos títulos pueden sonar divertidos e ingeniosos, pero en verdad no revelan intimidad.
Si
conoces a Dios, lo más probable es que seas mucho más específico y las palabras
que uses reflejen tu entendimiento preciso de él. Tal vez Dios en su gracia
perdonó tus veinte años de pecados y en gratitud lo llamas «Salvador». O cuando
oras, lo llamas «Sanador », ya que ha sanado tu corazón herido. O «Consolador»,
porque te ha acompañado en tus malos momentos. O tal vez le llamas «Fortaleza»,
«Roca» o «Fuerza». Quizás hayas estado en un rincón, sin tener a dónde ir, con
los acreedores llamando a cada momento, y por eso le llamas «Proveedor». Y si
eres mujer y te ha abandonado el hombre de tu vida, le dirás «Esposo» a Dios.
Cuando te sientes solo, quizás le llames «Amigo». O tal vez no hayas tenido a
tu padre terrenal a tu lado y para ti Dios es tu «Padre».
¿Cómo
le llamas a Dios? Tu respuesta puede darte una pista de lo bien que lo conoces.
O de lo que te falta conocerlo.
Tomado del libro: EL CRISTIANO ATEO
Por : C R A I G G R O E S C H E L
ESTA SUPER CHEVERE ESTE MENSAJE.... FELICITACIONES MARCELIN
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