
Raúl regresaba más tarde a su casa esa noche debido a los
ensayos de navidad en la iglesia. Su esposa lo esperaba en casa pues la
niñita estaba enferma. Subía las gradas que conducen a su hogar y allí,
sentada estaba Bety, una muchacha joven y bonita del barrio que tenía
fama de mujer fácil. Le impidió el paso con sus piernas y le dijo:
Ustedes, los de la iglesia, ¿no saben besar?, por supuesto que sí,
respondió Raúl, y ahora tengo mucha prisa, hágase a un lado que me
esperan mi esposa y mi hija. Si no me da un beso no subirá estas gradas y
usted no es un hombre. Claro que soy un hombre, le dijo Raúl, y porque
soy hombre mis besos los reservo solo para mi mujer. Bety le cedió el
paso y le dijo: qué afortunada que es su mujer en tener a un hombre así,
exclamó con cierta ironía seductora. Más hombre es el que se resiste a
la tentación que el que se deja vencer por ella. Hoy en día existe un
concepto distorsionado de la hombría. Los varones se jactan de sus
hazañas amorosas y cuanto más consigues engañar a tu esposa, más honores
tienes ante tus amigos. Algo de la conquista europea ha quedado
enraizado en nuestra genética hispanoamericana. Emulamos las conquistas
de los españoles que llegaban a tener más de 40 esposas por la fuerza y
queremos tener conquistas amorosas con este síndrome del conquistador.
Los conquistados, al igual que los tenientes e infantes europeos del
siglo XV somos nosotros, que nos dejamos vencer por nuestras propias
pasiones. Aquellos que hemos puesto la fe en Jesús vivimos una vida de
libertad para obedecer a Dios y no de libertinaje. Aquellos que aún
viven esclavo de sus vicios y conquistados por sus pasiones, necesitan
urgentemente que Cristo les liberte y... “Si Cristo os libertare seréis
verdaderamente libres”, dice la Biblia. Recuerda, no es hombre el que no
es capaz de mantener y convivir ni siquiera con una única mujer, ni es
más libre aquel va a donde se le antoja, sino aquel que aprendió cuál es
su lugar en este mundo.
Por: Pablo Martini
reflexionesparaelalma@labibliadice.org
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