María y Raúl se sentían muy angustiados debido a la rebeldía de su hijo.
Los años pasaban demasiado rápido para ellos y a pesar de haber orado tanto, la
respuesta parecía dilatarse cada vez más. “¿Hasta cuándo, Señor?” le
preguntaban a Dios en oración. Otros se unieron para orar con ellos sin cesar,
creyendo en el poder del Dios que pudo resucitar a su propio Hijo de entre los
muertos. Después de mucho tiempo, el muchacho finalmente les envió un
texto: “Papás: Por favor, oren por mí, pues me he quedado sin trabajo.” La
primera intención de María y Raúl fue viajar de inmediato para ir a ayudar a su
hijo; sin embargo, ambos sintieron que debían tranquilizarse y no reaccionar
emocionalmente, sino más bien buscar la sabiduría de Dios.
El texto en el
celular fue el primer brote de esperanza. ¿Sería este un indicio del hijo
pródigo volviendo al hogar? Todavía era muy pronto para saberlo, pero al menos,
parecía que las oraciones comenzaban a dar resultado.
Luis había
perdido su trabajo de muchos años. Él sabía que no era su culpa. La empresa
también lo sabía y su jefe se sintió muy apenado al tener que despedirlo. Pero
los problemas de la economía en el país se estaban haciendo sentir y la
reducción de personal era inevitable. Luis no lo ignoraba, aunque trató de
convencerse que a él no le afectaría. “Tal vez si cambio mi forma de orar
–pensó- podré retener mi trabajo”. Pero de todas maneras lo despidieron y allí
comenzó una gran crisis de fe…y una gran crisis en su matrimonio. Hasta
que una tarde, mientras oraba con su pastor, éste le señaló varias habilidades
que veía en él y también algunas ideas para encontrar otro trabajo. La primera
reacción de Luis fue negar tales habilidades, pero luego de unos minutos, su
ánimo cambió y la esperanza reverdeció en su corazón.
En medio de
situaciones inciertas, María, Raúl y Luis experimentaron la esperanza del
primer verdor; ese sentido de anticipación que nos avisa que las cosas están a
punto de cambiar. Algunos llaman a esta impresión emocional: “la primavera del
alma” y no se equivocan, porque la etimología de la palabra “primavera” es
justamente: “el primer verdor”. Aquello que está seco o muerto, de pronto nos
sorprende con un atisbo de vida.
“De la higuera
aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas,
sabéis que el verano está cerca. (Mateo 24.32)
La naturaleza
misma nos enseña que Dios está en control; que él tiene poder para resucitar lo
que fue. Pero la primavera es sólo el comienzo, el anuncio del verano que dará,
por fin, los frutos que esperamos. Así es también la esperanza que brota en
nuestro corazón cuando aparecen las primeras señales de vida, cuando nos damos
cuenta que no todo está perdido. A través del primer verdor, Dios nos recuerda
que él está obrando para nuestro bien. La primavera es una buena época para
darle gracias por lo que ha de venir.
¿Hay alguna
situación en su vida que parece no tener solución?; ¿Hay hijos pródigos que aun
no regresan al hogar?; ¿Cree usted que su matrimonio va rumbo al fracaso?
Cultive sus pensamientos con mucha oración y pídale a Dios que le abra los ojos
para descubrir el primer verdor; los primeros brotes que anuncian que la
respuesta está en camino. Los ojos del entendimiento tienden a cegarse frente a
los problemas, pero el Espíritu de Dios puede abrirlos para que tengamos “la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11.1).
Y esta es la fe que mueve las montañas de la desesperación.
Que cada brote
que aparezca durante esta primavera le recuerde que Dios le ama, que él se
interesa por usted y que ahora mismo está obrando para su bien.
Pastor Daniel Catarisano
Enfoque a la Familia U.S.A.
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